Hemos visto con inusitada cotidianidad, la forma en que los niños y los adolescentes se insultan, devalúan y descalifican todo el tiempo en redes sociales y fuera de estas; dentro y fuera de la escuela; en línea o físicamente.
Los programas orientados a resolver o prevenir el problema del maltrato o acoso escolar, o bien, los programas contra el "bullying" para quienes cuentan con más recursos económicos y buscan alternativas dizque "novedosas" no dan el resultado inmediato y observable que se quisiera y necesita. De hecho, algunos no estamos seguros de si se llegue a ver.
El resultado del todo tipo de violencia en ambientes escolares, es la suma de deficiencias en la internalización de modelos adecuados de respeto, tolerancia, paciencia, colaboración y empatía... ¡así es! los valores que tanto se persiguen socialmente pero no se logran alcanzar.
¿En dónde está el problema? no en los niños en formación, no en los adolescentes que defienden a capa y espada su dignidad (como la entienden y la valoren), no en los padres preocupados porque sus hijos aprendan sin violencia, no en los maestros comprometidos con la educación. Sí en la falta de congruencia en lo que decimos y hacemos, sí en la imposibilidad de estar el tiempo adecuado y de calidad con nuestros hijos, sí en la falta de reconocimiento de la autoridad del maestro en el aula, sí en la falta de liderazgo de los padres por un entendimiento erróneo sobre la crianza flexible, sí en modelos de comunicación que con lenguaje soez y herramientas vulgares pero al mismo tiempo creativas y divertidas, tienen al alcance nuestros niños a cualquier hora del día y en cualquier medio de interacción social o de información.
No hay una única solución para este problema, no existe la fórmula o el "programa" mágico, pero sí existe la solución al alcance de nuestras posibilidades, no es simple, la solución está en nosotros y aunque parezca trillado y repetitivo: convertirnos cada uno de nosotros en un modelo de respeto, tolerancia, paciencia, colaboración y empatía con nuestros niños y adolescentes.
Alva Ramírez Villatoro
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